Un tercio del tejido exportador gallego comercia con países de riesgo, cuyos conflictos internos y políticas proteccionistas son una amenaza para más de 5.000 millones de euros de negocio
Hace unas semanas, una empresa de Vigo especializada en equipamiento industrial tuvo que abandonar en Argentina un contenedor cargado de piezas para un cliente que le ofrece pagar en pesos argentinos. «Pecamos de ingenuos. Teníamos que haber contratado un seguro de cambio o pedir pago por adelantado», explica el empresario.
La volatilidad de la moneda es un factor de riesgo, como lo es la inestabilidad política y económica, o los vuelcos proteccionistas que están comenzando a dar países de gran peso en la balanza comercial gallega.
Fuentes del ICEX identifican una serie de países a los que «hay que ir con cuidado». Entre ellos destacan además de Argentina, Venezuela, Brasil, Turquía, Rusia, Arabia Saudí, Siria, Nigeria y Túnez. A los que hay que añadir los grandes mercados como el británico, amenazado por una salida de la Unión Europea sin acuerdo; y la incertidumbre generada por el pulso arancelario que mantiene la Administración de Estados Unidos, bajo la bandera del proteccionismo de Donald Trump; con China, el mayor consumidor mundial.
Hay más zonas calientes en el mapa exportador, pero solo estos países mencionados son fuente de negocio para más de 2.000 empresas gallegas que, según evolucionen los acontecimientos, se juegan más de 5.000 millones de euros en ventas (dato al cierre del 2018).
ntereses en conflicto
El clima político y económico en Venezuela lleva ya tiempo frenando el negocio de las empresas gallegas en este país, hasta el punto de que las exportaciones que realizan más de 300 empresas apenas superaron el año pasado los 71 millones. Ahora la situación se complica. «El problema principal para las empresas es el control cambiario y la falta de divisas, la prohibición de expatriar dividendos y obstáculos para pagos a proveedores en el exterior», explica Alejandro Martínez Borrell, presidente de Grant Thornton en España, despacho de asesoramiento a empresas que ha inaugurado esta semana en Vigo su primera ofician en Galicia.
Argentina supone hoy el segundo mayor mercado latinoamericano para las compañías gallegas, solo por detrás de México. Las firmas exportadoras tienen una presencia muy intensa en alimentación (pesca, especialmente) y automoción. Hay 154 compañías que colocan sus productos el año pasado con una facturación de 176 millones. En este caso, las medidas proteccionistas impuestas por el Gobierno de Macri cargan también sobre las exportaciones de las empresas gallegas instaladas en el país (especialmente la industria pesquera). Pero las ventas de productos gallegos también están amenazadas. «Inflación, déficit fiscal o el endeudamiento del país suponen un riesgo», explica Juan Manuel Vieites, secretario general de Anfaco, la patronal española de la industria conservera, un sector muy preocupado por otro punto candente: Gran Bretaña. «Es uno de los principales países destino de las exportaciones del sector. Existe una gran incertidumbre a futuro por el resultado del brexit», afirma Vieites. Su visión coincide con la de la patronal gallega del textil, Cointega. Su secretario general, Alberto Rocha, que alerta del sobrecoste que supondrán las nuevas barreras arancelarias. «La forma de reducir riesgos a la que recurren las empresas es la búsqueda de socios (operadores y distribuidores locales o a través de un franquiciado)», explica Alberto Rocha.
A Gran Bretaña mira la industria gallega del automóvil. La planta de PSA Vigo tiene en las islas británicas a su quinto mayor cliente. Pero el riesgo existe no solo por lo que enviamos, sino también por la gestión diaria para multinacionales con plantas británicas instaladas en Galicia, como es el caso de GKN Driveline, proveedor de automoción británico que opera en Vigo desde hace 50 años.
Los países de la cuenca mediterránea, en especial a Turquía, también impactan en el automóvil. La devaluación sufrida por la lira turca ha mermado la capacidad de compra del mercado local al que va destinada una gama de vehículos fabricada en PSA Vigo.
Y todo ello a la espera de que EE. UU. y China moderen la tensión para frenar una guerra comercial de cuya onda expansiva no se librarían los exportadores gallegos, que en el litigio se juegan 700 millones al año.
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