Habla de forma tan pausada como clara. «Parezco tranquilo, pero mi cabeza va a mil. Por eso necesito lugares tranquilos y rodearme de cosas bonitas y relajantes», asegura. Charlamos en la terraza de la cafetería Pier, de la Marina. Al sol hace calor, a la sombra, frío. «Mi placer más grande es dormir desnudo al sol. Me gusta hacerlo en la tumbona de mi terraza o en la playa. El aire libre, la naturaleza, me encanta», afirma el diseñador Javier Quintela Fernández, coruñés del 15004. De pequeño ya hacia vestiditos de papel a las muñecas de su prima, pero al principio enfocó su vida hacia Veterinaria. «Mi padre no veía lo de que fuese diseñador, y entonces me fui dos años a Lugo. Me lo pasé muy bien, pero finalmente me cambié a Diseño de Moda en Goymar», recuerda. Por su forma de vestir y su melena intuyes que estás ante un artista. «Soy tímido. Cuando era un chaval salía con el pelo amarillo y unos pantalones plateados. Pero no lo hacía por llamar la atención. Visto como quiero. Hoy en día sigo sin poder dejar la ropa preparada el día antes porque no sé con qué estado de ánimo me voy a levantar. Mi novio, que es médico en Lugo, sí lo hace, pero yo no puedo», comenta sonriente. El mes que viene cumple los 42 y se ve «artista y creativo».
Cada semana tiene citas con novias o madrinas. «De marzo a octubre se junta todo. Tengo unos veinte pedidos este año, pero hay más pendientes. Soy maestro artesano. No hago copia de un vestido nunca. Me entrevisto con la cliente, hago los bocetos y le presento propuestas. No lo entiendo, pero sigue yendo gente a Madrid a hacerse un traje», comenta Javier. Le hablo de precios. «Para mí mis vestidos no son caros y son exclusivos. Una firma grande compra 15.000 metros de tejido y te vende el traje de novia a 2.500 euros. Yo compro entre 7 y 20 metros y lo hago aquí. Dedico de media 80 horas a hacer un vestido de fiesta, sin contar el tiempo que dedico a pensar. Y el precio es similar si es de la colección. Si es exclusivo son 3.500 euros, dependiendo de los materiales», relata. Hace poco le llamaron de Vogue para un gran evento de diseñadores de novia. «Allí estaba todo el mundo», dice. Asegura que su sueño es «ser feliz haciendo lo que hago. Ver las caras de felicidad de ellas… Eso sí, no se me ocurre ir a las bodas de mis clientas. Te hago el vestido, pero no te voy a ayudar a vestir», sentencia. El jueves protagonizará la Xaz Bridal Night junto con Alborada Eventos. Javier presentará sus creaciones del 2019 en el Pazo de Xaz.
Calle Compostela
Hace ocho años abrió un taller en la calle Compostela. Poco después le llamaron de Carolina Herrera para ofrecerle un puestazo. «Era para ser jefe de diseño. Estuve siete meses en Ourense y, por distintas razones, no aguanté. Me enamoré de un local de la Ciudad Vieja, que es donde estoy hasta que me cambie de nuevo». Dentro de poco se trasladará a los orígenes, a la calle Compostela. Espero abrir en mayo. Además de mis colecciones habrá zapatos, bolsos y algo de joyas o bisutería. Todo artesanal», avanza. De sus tiempos de posible veterinario le quedan en casa unos peces y un gato. Me atrae el paisajismo, la arquitectura, el estilismo… Todo lo visual y creativo me gusta». Practica yoga y hace deporte porque se declara un gran comedor. «Cenar en casa con amigos es lo mejor. Nos regalaron un libro de cocina vegana e hicimos una sopa de tomate con cilantro, leche de coco, espagueti de calabacín y curri que estaba buenísima. Y un brownie que lleva aguacate en vez de mantequilla», comenta. Precisamente con unos amigos se marcha a Israel coincidiendo con el Festival de Eurovisión. «Es que son muy frikis del certamen», cuenta. Antes de despedirnos da un consejo a las novias. «Que vaya vestida como es ella», recomienda Javier, que es posible que algún día sea él quien se case. «Tengo en mente mil cosas. Será especial, pero tampoco tiene que ser el día más importante. Hay otros».
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