Tras triunfar con su marca, recibió el encargo de resucitar el legado de Pertegaz. Concibió su primera colección con una foto del maestro en la mesa y deslumbró a todos. El cine antiguo inspira sus últimas creaciones.
Fue un capricho del destino que, después de toda una vida soñando en francés, su carrera diera un giro inesperado en Versalles, una clásica cafetería del casco antiguo de Betanzos, en la provincia de La Coruña. "Era el sitio perfecto para arrancar, frente a la plaza del pueblo donde nací, una nueva etapa cargada de simbolismo", recuerda Jorge Vázquez (8 de mayo de 1972). Corrían los últimos días del verano de 2019 y el CEO de Jealfer, propietaria de la licencia de la línea de mujer de Pertegaz, se trasladó a Galicia para formalizar el contrato que lo convertiría en el nuevo director creativo de una de las casas de alta costura más emblemáticas de España. "La responsabilidad era inmensa y el vértigo indescriptible", confiesa. "Pero estaba decidido a vivir mi sueño sin complejos".
Durante su primera visita a la Casa Pertegaz de Barcelona se sumergió en los archivos que custodiaban los tesoros imperecederos de la marca que revolucionó las pasarelas en los años 70: piezas y patrones únicos (aún hoy innovadores, entonces visionarios), prendas y tejidos precursores del prêt-à-porter, fotos de sus clientas más selectas (Jacqueline Kennedy, Ava Gardner, Audrey Hepburn...) y premios, muchos premios. "Estamos hablando del primer español que desembarcó en la Quinta Avenida de Nueva York, que copó las portadas de las revistas y llenó de glamour su escaparate de Bergdorf Goodman". Por eso, dice, sus dos primeras colecciones no buscan tanto invocar la memoria de lo que todo el mundo recuerda como reivindicar su modernidad.
¿Recuerda su primera experiencia "pertegaziana"?
Ya estaba ahí cuando empecé a trabajar con 7 años en el taller de costura de mi madre y siempre admiré la audacia de sus diseños. Aunque no llegué a conocerlo personalmente, siento de alguna forma su presencia. Planteé a mi equipo la primera colección con una foto de Manolo [Manuel Pertegaz] en la mesa de trabajo. Necesitaba invocarlo, buscar su aprobación, escuchar sus consejos. No diré que contestara, pero sé que está muy contento con el resultado.
¿Cómo se actualiza lo que no ha perdido vigencia?
Ese es el hilo más difícil de enhebrar. Cuando trabajas con los patrones de Pertegaz juegas con la ventaja de la atemporalidad. No hay nada que haya caducado. Por eso los cambios han de ser sutiles, casi imperceptibles: alguna proporción más adaptada a los tiempos, una reedición de un estampado, un tono de color más atrevido... Poco más. Si te fijas en el dos piezas de americana y pantalón con estampado de cebra del último desfile está tal cual lo concibió él.
No era precisamente un desconocido cuando llegó a la "maison". ¿No le preocupó que Pertegaz pudiera eclipsar su propia identidad como diseñador?
Más bien al contrario: me ha dado la libertad de hacer más cosas. Mientras en Pertegaz canalizo toda la creatividad de alta costura para vestidos de fiesta y cóctel, en Jorge Vázquez desarrollo un estilo menos encorsetado, más fresco y juvenil, incluso minimalista. También he lanzado una segunda línea más casual y urbana, Vázquez Madrid, que me permite jugar con otros precios y acabados. Tengo muy claro dónde acaba Pertegaz y empieza Jorge Vázquez.
¿Se refiere a los dos inmensos corchos de su estudio?
[Risas] Exacto. Es como uno de esos tablones de pruebas que aparecen en los thrillers y que conectan con hilos de colores las fotos de los principales sospechosos. Solo que aquí no hay una película, sino dos. Nada en ellos se repite: ni una hilatura, ni un corte, tampoco la paleta de colores.
¿A qué se refiere cuando habla de la filosofía del "lujo mate" a la que aspiran sus colecciones?
El lujo es calidad por el camino largo, sin los atajos efectistas ni el falso brillo de la opulencia. Por eso es tan importante que España vuelva a apostar por el valor añadido de los oficios, por nuestro made in. Pertegaz llegó a emplear a más de 700 personas: modistas, bordadores, costureros, cortadores, patronistas... Hoy los jóvenes quieren ser diseñadores famosos. Creen que si no aparece bordado su nombre el trabajo no merece la pena. Sobra ego y falta escuela.
Dice esto y se acuerda de cuando, con 16 años, se escapó en tren a Madrid para ver su primer desfile en Cibeles. "Tenía una amiga con un contacto en Sybilla que, al colarnos, nos abrió las puertas a una nueva dimensión". Dos años después, nada más matricularse en la escuela de diseño y moda Goymar, lo llamaron de Inditex. "No recuerdo cómo dieron conmigo, pero terminaron ofreciéndome un puesto en el equipo de caballero". Su debut profesional en el polígono de Arteixo le pilló en pleno boom de la moda gallega: Zara, Adolfo Domínguez, Roberto Verino... "La experiencia fue muy enriquecedora, pero sentía que tenía que volar en otra dirección y me fui a Estados Unidos". De regreso, entró a trabajar en el atelier de Antonio de Pernas, donde aprendió a poner en valor la sastrería, y más tarde en el estudio de Ángel Schlesser, que le enseñó a creer en sí mismo. "Por primera vez me di cuenta de que podía liderar un equipo".
En 2002 presentó la primera colección a su nombre en Cibeles. "Siempre he pensado que las cosas ocurren por un motivo y creo que mi debut llegó en el momento perfecto, cuando más tenía que decir". La calidad de sus diseños y la exquisita confección de sus siguientes propuestas le llevaron a ser bendecido con el premio L'Oréal a la mejor colección (que recogería en otras dos ocasiones) y firmó varias colaboraciones con Loewe y El Corte Inglés. Desde entonces, su atelier de la calle General Castaños contiene la más larga lista de aceptaciones de la mujer contemporánea: Sassa de Osma, Nieves Álvarez, Eugenia Martínez de Irujo, Naty Abascal, Paz Vega, Tamara Falcó, Rossy de Palma, Marta Hazas, Paula Echevarría, Nicole Kimpel... Todas han lucido sus iniciales en un vestido de siluetas atrevidas y volúmenes majestuosos con ocasión de alguna alfombra roja o cena importante.
¿Cuáles son sus clientas predilectas?
Trato a todas por igual. Me desvivo tanto por una celebridad como por Sole Morais, mi primera clienta de Betanzos, con quien sigo manteniendo contacto.
Su primera colección para Pertegaz vio la luz unas semanas antes de que se desatara la pandemia...
Me dio mucha pena que un trabajo que fue tan bien recibido se viera empañado por unas circunstancias tan adversas: tejidos que no llegaban, pedidos que se tuvieron que anular, tiendas cerradas, eventos cancelados... Pero esto nos está haciendo recapacitar, el ritmo frenético de la moda ya no lo aguantaba nadie: colecciones pre-fall, cruise y cápsula que se quemaban antes de llegar al escaparate. Celebro que algunas grandes casas, como Yves Saint Laurent y Balmain, hayan vuelto a la fórmula de las dos colecciones por año. Eso devolverá parte de la ilusión perdida.
Se confiesa adicto a las películas antiguas. ¿En qué se ha inspirado para su última colección otoño-invierno?
Aproveché parte del confinamiento en mi casa de Galicia para ver películas que me remitieran a la estética de las revistas musicales de Broadway. Al final, encontré en Zyegfeld Follies el arquetipo de mujer ecléctica, desinhibida y arrolladora que buscaba y una puesta en escena a través de casas mágicas con muebles imposibles donde hacer desfilar la imaginación. Cada vez me cuesta más reconocer a mi alrededor el glamour de las películas antiguas. Se ha perdido cierto refinamiento y el gusto por las cosas buenas.
Cada relectura de Pertegaz tiene algo de homenaje a la España de aquella época. ¿Cuánto hemos cambiado?
Mucho y para bien, aunque las grandes superficies y el prêt-à-porter le han comido mucho terreno a los diseñadores. Es algo que no ocurre en Francia ni en Italia. Por eso los grandes acontecimientos en alta costura están reservados a las pasarelas de París y Milán.
¿Qué opina del trabajo de otros jóvenes que han liderado la transformación de una gran "maison"?
Me encanta el trabajo de Pierpaolo Piccioli, que ha sabido guiar la herencia de Valentino sin adulterar su identidad. Y sigo muy de cerca la reciente apuesta de Prada por Raf Simons. A pesar de la crisis, aún tenemos buenos motivos por los que brindar.
Un hotel con encanto
El diseñador acaba de adquirir una casa de 1930 en Betanzos que está restaurando para convertirla en un hotel con encanto en colaboración con Triana House. "Siempre me ha picado el gusanillo de la hostelería, pero hasta ahora no me había atrevido a dar el paso", revela. Esta antigua casa colonial inglesa cuenta con 5.000 metros de jardín (incluido un invernadero para la celebración de bodas y convenciones) y 15 habitaciones (con dos suites ubicadas en el antiguo palomar) de estilo "art déco" y vestidas con tejidos "pertegazianos": paredes enteladas, papeles pintados, tapizados de colores... La futura Betanzos House formará parte del Camino Inglés de Santiago, que arranca en la Ría de Ferrol y se puede realizar en seis días. "Para conocer las necesidades de los peregrinos, tengo previsto recorrer todo el camino histórico durante las vacaciones de Semana Santa", anuncia Vázquez. "Si todo va bien, abriremos las puertas durante el Xacobeo de este año". Cuenta que su abuelo paterno regentaba un restaurante y que siempre admiró su forma de tratar a los clientes. "Ojalá pueda mantenerme toda la vida en el mundo de la moda. Pero, si no es así, me gustaría que este fuera el sitio en el que, algún día, me acabe retirando".
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