El proyecto, candidato a los Next Generation, pretende avanzar en el ecodiseño, implantar un modelo de reciclaje común en el sector, adaptar la logística a los nuevos hábitos de consumo y digitalizar las pymes.
En el tiempo que lleva leer esta frase, hay unas 800 personas entrando en la plataforma digital de Inditex. El año pasado recibió 5.300 millones de visitas a los canales online y sus aplicaciones acumulan ya 132 millones de descargas, “clientes muy fidelizados”, como destacó su presidente en la reciente presentación de los resultados del último y “difícil” ejercicio fiscal, finiquitado justo unos días antes de cumplirse el primer aniversario de la pandemia.
Solo un virus globalizado pudo frenar en seco el crecimiento del gigante mundial de la moda. “Me parece realmente increíble que con más del 25% de media de nuestras tiendas cerradas, momentos del 90% y las restricciones posteriores, hayamos generado este nivel de ventas”, confesaba Pablo Isla. La facturación superó los 20.400 millones de euros, un 28% menos, amortiguada por el espectacular ascenso del 77% del ecommerce. Un “gran impulso a la transformación estratégica de la compañía”, en palabras del primer ejecutivo, que no se entendería sin la integración total del stock de tienda y online en la que el grupo gallego se volcó desde 2018. “Esa es la gran revolución, la clave de la readaptación de los grandes del sector y donde Inditex es un alumno aventajado”, explica Alberto Rocha, secretario general de Cointega- Clúster Textil Moda de Galicia. Ajustar las existencias es un paso más en el famoso just in time (justo a tiempo) que alimentó el modelo de rotación continua en el retail. “La gestión del stock con información en tiempo real se ha convertido en un elemento importante de la rentabilidad –resalta Rocha–. Es fácil decirlo, difícil hacerlo, pero una ventaja fundamental para lo que viene”.
Y lo que viene en la industria de la moda es “una profunda transformación de la cadena de valor”, según recoge el megaproyecto presentado por Cointega dentro del Consejo Intertextil Español, Moda España y la Federación de Industrias del Calzado Español (Shoes from Spain), a la manifestación de interés del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico para proyectos financiables con los fondos europeos del Next Generation en economía circular y al que tuvo acceso FARO. Con casi el 9% de las exportaciones y el 4,1% del empleo en España, “el reto de este sector pasa por la transformación digital y la adaptación de tecnologías para optimizar los procesos de producción y logística, a la vez que avanzar rápidamente hacia un modelo más sostenible con el uso de los recursos y el tratamiento de los residuos” e involucrar a las pymes, poniendo a su disposición el soporte “para gestión de procesos de negocio en la nube y la implantación de tecnología verde”.
El plan, con los secretarios de Cointega, del clúster textil de Cataluña y de Fedecon en el núcleo duro de su elaboración, prevé la creación de una plataforma digital en el conjunto del sector con una visión general de principio a fin del proceso detrás de una prenda (end to end) “que simplifique la aplicación” de la regla de las tres erres. Reducir, reutilizar y reciclar con “criterios de transparencia y eficiencia ¿Cómo? Con un sistema de recogida selectiva involucrando a la ciudadanía, nuevas tecnologías de I+D para seleccionar y tratar los residuos y una “planta piloto” de valorización.
Los promotores piensan incluso en la creación de un marketplace de materiales reciclados.
Esos productos permitirían volver al inicio del ciclo, donde la alianza de la moda española coloca como prioridad el ecodiseño. La propuesta contempla la formación de los trabajadores para poder aumentar el reciclaje, evitar los microplásticos y conseguir materiales de mayor durabilidad.
En la parte de la fabricación, la meta es la eliminación de los desperdicios –nada menos que el 12% del material– y su conversión en materia prima secundaria, además de reducir la contaminación del agua y la eficiencia energética.
La idea que ya está en manos del departamento dirigido por Teresa Ribera apuesta por un “pasaporte de la prenda” a través de tecnologías ya populares en el sector (RFID), biomarcadores y el blockchain. La creación de ese documento de identidad para la ropa y un sello Eco aportarían, según sus impulsores, “transparencia en el coste real” de lo que nos ponemos e “incrementar el valor percibido del producto”.
Para mejorar la elasticidad en el aprovisionamiento, el proyecto establece la integración digital de las operaciones en “una nueva cadena de suministro extendida” desde los proveedores al cliente final para sincronizar catálogos y demanda, “minimizando los overstocks” y con un mayor control a través de métricas de lo que realmente se vende del inventario.
El textil mira también al destino final, en quién se viste. Con dos objetivos: aumentar el uso de las prendas y una oferta “más personalizada”. “El consumidor no conoce realmente qué es sostenible. Se deja llevar por emociones, publicidad y precio –afirma Alberto Rocha–. Pero la sostenibilidad viene impuesta por la avalancha de normativa con la obligación del reciclaje”.
Una producción otra vez en cercanía
Entre confinamientos, teletrabajo y el bolsillo apretado por lo que pueda venir, la venta de moda tuvo un año lacónico.
Aquí y en el resto del mundo. Galicia, una de las potencias textiles españolas, redujo sus exportaciones de ropa un 25% y también las importaciones mermaron por encima del 20%. La ruptura de las cadenas de aprovisionamiento por culpa de la pandemia y la necesidad de las empresas de apretar las colecciones replegó la producción al cinturón de cercanía.
Portugal volvió a ser el principal proveedor de las empresas gallegas (22,5%), quitando el puesto a Turquía (21,5%). De Bangladesh vino el 16% y Marruecos se reforzó: 11,7%.
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