Roberto Verino delega en su hija Cristina Mariño la dirección de la marca. El modisto sigue los pasos que ya emprendió Adolfo Domínguez, quien ha nombrado presidenta a su primogénita Adriana. Se espera que Marta Ortega asuma en el futuro mayores responsabilidades en Inditex
Al pie del castillo de Monterrey, el diseñador Roberto Verino empieza hablando de su otra gran pasión, el vino. A mediados de los años 90 estableció en el valle su bodega Gargalo para recuperar la tradición vitivinícola de la comarca orensana de Verín. El modisto recuerda que a finales del siglo XVI, cuando el V conde de Monterrey fue nombrado virrey de Nueva España (México) por Felipe II, los vinos de la zona tenían gran renombre y se comercializaban en las colonias de América. Verino eligió rodearse de las vides para, a sus 76 años, comunicar los planes de futuro de una de las firmas más emblemáticas de la moda gallega. Con la intención de que siga funcionando durante otros 40 años, el diseñador ha decidido pasar el testigo a dos mujeres, su hija Cristina Mariño, que será la directora de marca, y Dora Casal, directora ejecutiva. El modisto sigue los pasos de otro referente de la moda gallega, el también orensano Adolfo Domínguez, que igualmente ha delegado la gestión de su empresa en su primogénita Adriana. Aunque oficialmente no hay nada en firme, se espera que en los próximos años Amancio Ortega designe a su hija Marta como heredera de Inditex, la mayor multinacional española de la moda.
El cambio en el timón no implica, sin embargo, que Roberto Verino abandone el barco. Continuará como diseñador principal, pero delegando el resto de funciones. «Igual cuando cumpla 98 me tomo un año sabático. El 90 por ciento de mi familia, tanto materna como paterna, superó los 90 años. Espero llegar yo también», bromea el modisto.
Verino asegura que fueron dos mujeres, su abuela Aurora y su madre, las que le transmitieron que debía de ser capaz de llegar a donde quisiera. En los años 70 se marchó a París a estudiar Bellas Artes y allí empezó a trabajar para colaborar con la economía familiar, realizando figurines en una empresa de moda. «Ese empleo me permitió entrar en un mundo que yo no conocía y que me fascinó», recuerda.
Pero en vez de quedarse en Francia, Roberto Mariño decidió regresar a su pueblo natal, casi perdido en la frontera entre Orense y Portugal, y «contra viento y marea» montar su propio taller. En el lugar no había vinculación alguna con la industria textil. Incluso cambió su propio apellido en homenaje a Verín. «Ese espíritu de mi abuela y mi madre se lo inculqué a Cristina, la primogénita, para coger las riendas de la marca», prosigue el diseñador. «Me da mucha pena ver que en España las empresas nacen y mueren con sus fundadores, cuando lo normal es que las empresas continúen porque hay un trabajo bien hecho», reflexiona el modisto.
El reto de la sucesión
En España se estima que el 88,8 por ciento de las empresas son de origen familiar, un porcentaje que en Galicia se eleva hasta el 92,4 por ciento. «El cambio generacional es uno de los retos más importantes a los que debe enfrentarse este tipo de compañías», explica Margarita Hermo, directora de la Asociación Gallega de la Empresa Familiar. «Hoy en día, la mayoría de las empresas familiares planifican la sucesión con la suficiente antelación para que, llegado el momento, el fundador o la generación que la esté gestionando pueda llevar a cabo ese cambio generacional de forma ordenada y sin que incida en el normal desarrollo de la organización empresarial», continúa. Como ha ocurrido con Roberto Verino, Adolfo Domínguez y probablemente pase con Inditex, normalmente la propiedad de la empresa familiar se transmite a los hijos u otros parientes. Hermo explica que, sin embargo, en la gestión del día a día, «cada vez es más frecuente encontrarnos con directivos externos».
Ha sido el caso del gigante textil fundado en La Coruña por Amancio Ortega. En 2011 el hombre más rico de España y una de las mayores fortunas mundiales estaba a punto de cumplir 75 años, cuando designó a Pablo Isla para sustituirlo como presidente ejecutivo. Seis años después completó el proceso de retirada, cesando como apoderado de 53 sociedades del grupo. Ortega continúa, sin embargo, como vocal en el Consejo de Administración y preside los consejos de las sociedades Partler y Pontegadea, a través de las que continúa como máximo accionista de Inditex. Desde hace tiempo se espera que su hija Marta se ponga algún día al frente del imperio de moda.
De los tres hijos del fundador, Marta es la única que está vinculada laboralmente a la compañía. Tras estudiar empresariales en la Business School de Londres, por deseo de su padre conoció todos los departamentos de la empresa. Empezó como una dependienta más en una tienda de la marca Bershka en la capital británica y actualmente trabaja en el departamento de diseño de moda de Zara Woman. Además, Marta es consejera de Partler, la sociedad a la que el fundador de Zara traspasó el control del 9,28 por ciento de Inditex, y también es miembro de la Fundación Ortega. «Siempre estaré en cualquier sitio en el que la empresa más me necesite», explicaba esta semana en una entrevista publicada esta semana por ‘The Wall Street Journal Magazine’. De momento, aseguró, no tiene pensado ocupar un cargo formal en la ejecutiva de la empresa, aunque está abierta a hacerlo en el futuro. En el mismo reportaje, el actual presidente de la multinacional, Pablo Isla, afirma que el papel de Marta en la firma será más significativo en la próxima década, a medida que el grupo aumente su foco en la sostenibilidad.
Los otros dos descendientes de Amancio Ortega son Sandra y Marcos. Fruto de un matrimonio anterior del fundador de Inditex con Rosalía Mera, han heredado ya un paquete de acciones del 5 por ciento del grupo de su madre fallecida.
Un cambio exitoso
La primera firma textil gallega en cotizar en Bolsa, Adolfo Domínguez, fue también la primera en iniciar el relevo generacional. La hija mayor del modisto, Adriana, entró en la empresa como consejera en noviembre de 2016 y ha ido ganando peso en la compañía. En julio de 2017, el Consejo le trasladó a ella todos los poderes ejecutivos, primero como delegada y después como consejera general. A mediados del año pasado Adriana Domínguez era finalmente designada presidenta ejecutiva de la compañía en sustitución de su padre. Licenciada en Ciencias Empresariales Internacionales, se puso al frente de una firma en números rojos que en 2017 tenía 23 millones de euros en pérdidas. Pero la hija del modisto decidió emprender una «revolución tranquila», según ella misma la bautizó, para cambiar la trayectoria de la firma. Optó por reducir tiendas y ventas totales, pero intentó lograr un mayor margen en sus prendas y más ventas en cada establecimiento. Hizo regresar a Orense los departamentos que entre 2012 y 2016 se habían trasladado a Madrid, como parte de los directivos, el ‘ecommerce’ o la sección de diseño de la línea U, una marca que finalmente decidió suprimir. Adriana cambió la estrategia para que Adolfo Domínguez regresase a sus orígenes, apuntándose a la corriente de moda sostenible.
Roberto Verino siempre se ha mantenido fiel a este principio. «¿Qué mejor sostenibilidad que consumir productos que duran en el tiempo y que se convierten en armarios emocionales? Es un despilfarro comprar una camiseta ponerla y tirarla», apunta el diseñador. El modisto mantiene una fábrica en Verín con 50 personas y elabora la mayor parte de sus colecciones en talleres de Portugal. Su hija, Cristina Mariño, ha escogido también la sostenibilidad como uno de los ejes de la estrategia de marca para los próximos años. Además, seguirá apostando por la venta en línea, «es ya nuestra principal tienda tras multiplicar las ventas dos dígitos durante la pandemia», indica. La apuesta por la innovación y la internacionalización constituyen los otros dos caminos que se ha marcado para la próxima etapa. El plan estratégico de la compañía comenzó a diseñarse ya antes de la irrupcion del coronavirus, pero no ha sido hasta ahora cuando se ha presentado de forma oficial.
Lección gallega
Galicia es líder de España en exportación de moda, en empleo en el sector y también en cuota de mercado. Según el Cluster Textil Moda de Galicia (Cointega), en 2019, justo antes de la pandemia, el sector facturaba 18.753 millones de euros y daba empleo a casi 49.000 personas en la comunidad. «La sucesión en compañías que están entrando en segunda generación es una gran noticia, pues revela no solo su continuidad, sino también su vitalidad, ya que el sector de marcas de moda está muy expuesto a la madurez en el mercado», sostiene Hermo. «Galicia aporta aquí una buena lección de cómo un sector maduro y muy globalizado está siendo capaz de modernizarse, reinventarse y mantenerse con vigor en el mercado», añade.
La pandemia del coronavirus ha vuelto a asestar un duro golpe al sector de la moda. Roberto Verino tuvo que rebajar los sueldos de todos los trabajadores, recurrir a ERTEs y a préstamos del ICO para poder subsistir. «Hemos logrado que nadie pierda el puesto de trabajo», subraya el modisto. Adolfo Domínguez vio recortada su facturación un 43 por ciento por culpa de la paralización de la actividad, pero ha apostado por incrementar sus tiendas en el exterior con 19 puntos de venta nuevos en seis países. Inditex logró recuperarse tras el desplome que sufrió durante los primeros compases de la pandemia. Incluso ha logrado vender más que antes de la irrupción del Covid. Para Hermo, la vinculación de la familia con la empresa es «una fortaleza, tal y como hemos podido observar en tiempos de crisis».
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