Elena González, la cara menos conocida de esta firma, lleva desde los años 70 levantando, junto a su marido, el imperio Adolfo Domínguez. Una empresa familiar que expande hoy sus miras gracias a sus tres hijas
«Siempre jugaron entre costuras», recuerda al hablar de sus hijas Elena González, esposa de Adolfo Domínguez y directora del departamento de diseño de AD mujer. «La diseñadora con la que hoy trabajo estaba antes en patronaje. Cuando era niña yo pintaba en su mesa y la sacaba de sus casillas. Porque mi madre me traía los fines de semana, cuando estaban preparando los desfiles, me sentaba a su lado y yo cogía sus rotuladores», cuenta a S Moda Tiziana, hija menor del empresario y directora creativa de la línea U by Adolfo Domínguez. «Aún tiene dibujos míos», continúa.
Quizá la firma familiar lleve el nombre del padre (y del abuelo), pero Adolfo Domínguez es una empresa de muchas mujeres. «En tiempos pasados, la fuerza física era imprescindible para sobrevivir. ¡Hoy es tan poco necesaria! Creo que las mujeres están mejor hechas para los tiempos que vienen. El futuro es de ellas. Sencillamente, son seres más adaptados», razona Adolfo. Él ha inculcado en sus tres hijas el valor del trabajo, el esfuerzo y la disciplina. «Han tenido una educación muy prusiana», piensa en voz alta Elena. «Adolfo es muy exigente con este tema». «Hemos crecido con las lecciones de mi padre», dice Tiziana; «con la sensación de que en la vida, para llegar lejos, hay que trabajar duro». «“Prohibido aburrirse”, nos repetía», recuerda Adriana, directora del departamento de perfumes. «No podíamos tener una actitud de indolencia; él promovía la curiosidad», explica. «Nunca quiso tener a sus mujeres debajo de su sombra; nos educó para que fuéramos libres», defiende Valeria, directora de e-commerce de la compañía. «Me decía: “Estudia teleco, robótica o ingeniería industrial, algo que tenga mucho futuro”. Yo a esa edad no lo entendía», admite Valeria. «Pero él siempre fue un visionario», dice con admiración.
Abrirse un hueco en esta industria era más fácil a finales de los 70, «cuando éramos menos o no había nadie», reflexiona Adolfo. «En nuestro tiempo casi inventamos la figura del diseñador. No la del costurero, pero sí la del diseñador de prêt-à-porter. Recuerdo el barrio de Salamanca con cuatro gatos. ¡Hoy hay 400 gatos!». Fueron los años de «la arruga es bella» (1979) –quizá el eslogan más famoso de la publicidad española–, de Corrupción en Miami, de vestir a Diana Ross… «En los 80, cuando empezamos, los japoneses eran lo más», cuenta Elena, «yo iba vestida de Yamamoto de arriba abajo, de negro, con el pelo corto, vestidos largos, drapeados, piezas de Comme des Garçons que compraba en Tokio. Porque Japón fue nuestro primer cliente en expansión».
Hoy Corea del Sur es uno de los destinos de moda favoritos de su hija Tiziana. «Es un híbrido curioso entre el diseño japonés y el francés». Como a su madre, le fascina el uso del color y el volumen. «Viajamos mucho juntas», dice. «Y cada día me comporto más como ella. Arranco páginas de las revistas, lleno el coche de ropa con prototipos para testar…». Sin embargo, las prendas que cuelgan en sus armarios hablan de gustos y visiones de la moda distintos. Mientras Tiziana invierte en piezas de creadores como Rick Owens, su madre atesora auténticas joyas, como un vestido palabra de honor de tafetán negro de finales de los 70 de Yves Saint Laurent. «A veces mis hijas hacen uso de mis cosas y, la verdad, no me gusta mucho. Hoy en día tenéis otra forma de usar la ropa, sin tanto cuidado o, quizá, con más naturalidad. Yo soy más protectora y ellas son más prácticas», reconoce Elena.
Renovarse e innovar ha sido siempre el lema de la familia (dentro y fuera de la empresa). «Me encanta rodearme de gente joven, porque la experiencia es muy importante, pero los jóvenes son más audaces, tienen ideas, aportan frescura y arriesgan más; y eso me interesa mucho», confiesa Elena, quien, como su marido, no concibe la vida sin trabajar. «¿Retirarme? ¿Por qué? No entra en mis planes. Pero sí sé dar cancha a los que vienen detrás». Su hija Valeria ha sido la última en incorporarse a la compañía, hace ya dos años.
La crisis ha afectado mucho al sector. «Ha sido brutal», admite Adolfo. «Porque no ha sido solo una crisis de consumo», apunta Valeria. «Ha venido acompañada de un cambio social hacia una forma de vida más digital», añade. «Pero estamos vivos y poco endeudados», suspira Adolfo. «Somos una empresa con poca deuda y con caja sólida», insiste. «De cada 100 prendas, vendemos 40 fuera; y estoy convencido de que, dentro de 10 años, doblaremos al 80%», calcula. «El futuro no está escrito. Pero creo que hay algo que pone los contadores a cero: el comercio electrónico», defiende el fundador. Sin duda, su hija Valeria tiene mucho que ver en este cambio de actitud. «Lo dejé todo para montar este proyecto porque estaba convencida de que el nuevo canal podía compensar la caída de ventas en tienda», explica ella. Con su ayuda, y en solo un año, la tienda online de la firma se convirtió en la número uno en facturación. «Es la quinta página web más buscada en Google España», dice orgullosa.
Valeria ha conseguido incluso que su padre, más romántico, escriba ahora en iPad. «Todavía tengo que adaptarme al tablero táctil; porque a mí me costó escribir a máquina, ¡aprendí con 40 años!» recuerda Adolfo. «El siguiente paso es pasarlo al iPhone», dice ella. «Pero se está resistiendo porque le gusta su BlackBerry». Sin embargo, él tiene claro que la adaptación a una vida digital es necesaria. «El comercio electrónico va a condicionar el comercio de nuestro oficio… y va a abaratar los locales de las ciudades, que se están quedando desérticas. Y una ciudad sin escaparates es una ciudad triste. Cuando los precios inmobiliarios acaben de caer, va a haber otra vez pequeñas aventuras de tenderos», se atreve a predecir. «Quizá el mercado incluso dé la vuelta y [tras una etapa online] se vuelva a vender en la calle».
«La economía condiciona todo», sabe bien Adolfo, quien ha sido empresario toda su vida. «España ha creado el lowcost y la distribución de una manera muy eficiente. Ahí tienes el coloso [Zara]», explica. «Un fenómeno que surgió aquí porque en este país [a diferencia de Italia] ya no podían ser industriales… y el high-cost ya estaba cubierto por los franceses e italianos. [Amancio Ortega] dio en la diana», reconoce. Muy cerca de Ourense, donde los Domínguez tienen las naves de su imperio, está Oleiros, un pueblo comunista que es curiosamente el municipio con más ricos de España. Allí vivía Rosalía Mera, Pablo Isla… «Galicia ha cambiado mucho», confirma Elena. «Cuando empezamos, la industria textil estaba en Cataluña; y poco a poco se ha desplazado hacia esta comunidad. En el transcurso del tiempo he visto de todo», cuenta. Todo ha cambiado. También su forma de ver la moda. «Hoy es más pegado a tierra. Te cuestionas: ¿venderé? ¿No venderé?», reconoce Adolfo.
Sin embargo, la pasión sigue ahí, inamovible, latente en cada arruga, en cada palabra, en cada prenda. «Zapatos, sombreros… Me fascina la moda desde siempre. Me veo muy reflejada en mi sobrina, la bloguera Gala González [amlul.com]», dice Elena. Quizá porque, como dice Adolfo, «nos vestimos para que nos quieran. La moda es emoción. Del mismo modo que la monarquía toca la fibra de la gente de una manera que no lo haría ni mucho menos un presidente de la república», cree firmemente. «Tengo 63 años y mi trabajo sigue gustándome. Es sensual. Es un oficio de manos en la masa, que complementa mi tendencia a la abstracción», cuenta. ¿El mejor consejo? «No mirarse a uno mismo. Hay que mirar constantemente por las ventanas».
2024 © Cointega. Política de privacidad Política de Cookies