El Clúster Textil Moda de Galicia, Cointega, radiografía la situación que afronta el sector con la nueva normativa europea en materia de sostenibilidad o los nuevos formatos de venta. Lo cuenta para los lectores de Atlántico, el secretario general de Cointenga, Alberto Rocha.
¿Cómo resultó 2023 para el textil gallego?
Fue un año de transición, la cosa está complicada, los datos no son malos si los vemos en conjunto pero hay mucha disparidad en función de unas empresas a otras. Las grandes se están comportando muy bien y las pequeñas están sufriendo más.
¿Por qué fue un año complicado?
Porque cada vez es más difícil operar en este negocio siendo una empresa pequeña. Hay barreras de entrada, no están apareciendo de la manera deseable nuevos actores en el sector y las tradicionales, que siempre han presumido de tener una gran capacidad de resistencia, son muy longevas y empiezan a notar los síntomas del agotamiento y una descapitalización humana y económica. El negocio está difícil porque hay nuevos formatos de venta que parecía que podían ser oportunidades, pero la realidad es que los formatos digitales son más complejos y costosos de lo que es la venta en tienda física.
¿Cómo se presenta este año?
El reto pasa por ser capaz de aguantar el tejido empresarial que tenemos y reinventar el sector. Esto es más necesario que nunca aprovechando las sinergias y que gracias a tener grandes empresas en Galicia, hay muchas actividades que sólo son posibles gracias a esa masa crítica. Lo importante es ser capaces de hacer esa transferencia tecnológica, de conocimiento y de actividad hacia operadores que tienen menor tamaño.
¿Por dónde pasa esa reinvención del sector?
Por que a alguien se le ocurran cosas distintas. Esto no va de tener un plan estratégico ni de pedir ayudas públicas, va de que aparezcan ideas novedosas y es lo que hay que incentivar desde las patronales y las administraciones públicas. No se puede pretender sustituir la labor del empresario emprendedor porque eso siempre aboca al fracaso.
¿Hay emprendimiento en Galicia?
Siempre lo hubo y lo sigue habiendo, pero cambia el perfil del emprendedor. Antes procedían más de la parte de producto, avanzó hacia una mentalidad más de ingenieros, tecnólogos y economistas con una visión más financiera. Soy un firme convencido de que todo eso tiene que ir acompañado de una apuesta clara por el producto porque es la esencia. Las empresas están para que la gente compre ropa y se vista.
¿Qué cambios supone para la moda el Pacto Verde Europeo (European Green Deal)?
Es un cambio importante sobre todo en materia regulatoria. Lo que se avecina en muy poco tiempo es una avalancha de normas que hay que cumplir, con las que las empresas grandes ya llevan tiempo sensibilizadas y las de menor tamaño están a la espera de ver cómo se va a materializar la transposición al ordenamiento jurídico español. Hay que ser sensatos y esperemos que los legisladores lo sean y que no se adelanten, intentando preservar lo que hacemos y no poner unas condiciones exageradas aquí frente a otras. Como muy bien están haciendo las campañas de las grandes empresas gallegas, aquí se ha hecho siempre así, siempre se ha buscado que la ropa sea duradera y no de usar y tirar, se apostó por materiales nobles y calidad de producto y la prueba está en que en los armarios de la gente hay ropa que se hereda de unas generaciones a otras.
El textil no cuenta con un Perte propio para lograr fondos europeos. ¿Hay opciones de que lo tenga todavía?
Estamos dentro del Perte de economía circular y la verdad es que ha sido un poco un fiasco. Desde el sector a nivel nacional y desde Galicia también ha habido una apuesta fuerte, se creó un observatorio de textil y moda para ser un vehículo que permita canalizar con la Administración central, pero lo cierto es que no se materializó nada y va todo con mucho retraso. Dentro de este Perte hay un proyecto muy importante en Galicia, el de Altri, que supondría muchísimo empleo cualificado y una línea nueva de negocio que tendría repercusiones en todo el sector. Sin embargo, están teniendo dificultades de todo tipo, por ejemplo que no tienen el mínimo de ayudas para poder afrontar una inversión de estas características.
¿Hace falta empleo cualificado en el textil?
Sí, en todos los niveles, en la fabricación, manufactura, en la gestión empresarial, internacionalización, logística o tecnología. El problema es que no hay relevo generacional, se están jubilando personas con cualificación que no están siendo reemplazadas por otras con los mismos conocimientos. Además, se requieren competencias nuevas y tampoco están apareciendo personas suficientes para cubrirlas.
¿Cómo fueron las ventas el año pasado?
No cayeron, se mantuvieron. Pero hay que tener en cuenta que hablamos de un sector muy maduro, por lo que tampoco se pueden esperar grandes oscilaciones. La preocupación es más por el margen que por la propia venta. Ahí es donde se está erosionado porque los costes son cada vez más elevados, tanto los del producto como los indirectos. La sostenibilidad es necesaria pero costosa y va a suponer un incremento de costes en el producto y con todo lo que va alrededor del proceso.
¿Se está fomentando la producción local?
Se está intentando alentar, pero no se está materializando nada porque no hay condiciones. Parte de nuestra producción estaba en el norte de Portugal y también se está perdiendo.
¿Por qué?
Nos estamos quedando sin capacidad de producción en proximidad porque no hay personas para trabajar.
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