Mango, Cortefiel o Custo están en declive, mientras Galicia teje en Portugal una fuerte red anticrisis.
El textil español atraviesa un momento complicado, «preocupante», según algunos expertos, justo en un momento en el que, tras años de crisis, el consumo ha vuelto a dar señales de vida. Es ahora, con la recuperación, cuando algunas grandes marcas, como Mango, Cortefiel, Desigual o Custo, atraviesan momentos más delicados en sus finanzas.
La estrategia de estas firmas pasa ahora por reinventarse y buscar su lugar en el mercado para contrarrestar el efecto Inditex, sí, pero también el efecto Lonia (Carolina Herrera y Purificación García), o el fenómeno Bimba y Lola -las otras grandes del textil gallego por volumen de mercado y presencia internacional, junto a Adolfo Domínguez, todo un superviviente en reestructuración-, que no paran de crecer mientras sus competidores españoles se encogen.
Los expertos creen que, al margen del tirón gallego liderado por Inditex, el resto de las grandes del sector atraviesa un momento delicado o, en el mejor de los casos, se ha estancado.
Mango dio la sorpresa en agosto al presentar resultados, que habitualmente se publicaban en el primer semestre del año. El grupo catalán, número dos de la distribución de moda de España, entró en números rojos en el último ejercicio, con unas pérdidas de 61 millones de euros.
Desigual, aun manteniendo su cuarta posición en el ránking español de la moda, cerró el 2016 con unas ventas de 861 millones de euros, un 7,8 % menos que un año antes, y lejos de enderezarse, cerró la primera mitad del 2017 con una nueva caída de ventas, de un 9,6 % en el primer semestre.
Grupo Cortefiel, que opera con las cadenas Cortefiel, Springfield, Women’Secret y Fifty Factory, facturó 1.129,4 millones de euros el año, pero las pérdidas de la compañía ascendieron a 24 millones de euros. CVC y Pai compraron el 100 % del grupo a su socio Permira el pasado julio, en una operación que valoró la compañía en mil millones de euros.
Falla el modelo
Acotex, la asociación empresarial del comercio textil y complementos, sostiene que el éxito planetario de Inditex ha eclipsado a muchas marcas, que ahora buscan su sitio. «Falla el modelo de negocio, pero también la rentabilidad de la producción» dice. Y es ahí, en el proceso productivo y de distribución, en donde Galicia tiene una potente red salvavidas que lleva años tejiendo con su socio estratégico, el textil luso.
«En Portugal no solo se cose. La industria integra toda la cadena de valor, desde la creación de materiales, hasta la logística, pasando por el patronaje y la confección. Y eso es lo que marca la diferencia con un país de bajo coste», explica el presidente de la patronal textil lusa, Paulo Vaz.
En la producción en proximidad, Portugal juega además la baza clave del denominado fast fashion que permite a los fabricantes lanzar varias colecciones por temporada y servir los pedidos en tienda en un plazo de 15 días. La proximidad de Galicia con el principal clúster textil de Portugal, situado al norte del país, ha contribuido en gran medida a esta reactivación.
Inditex, Textil Lonia, Bimba y Lola o Adolfo Domínguez son sus grandes clientes y el resultado se aprecia en el ránking de facturación de las principales empresas españolas del sector.
Empresas con proyección
El sector no está en su mejor momento en España, pero hay empresas con proyección. Un puñado de compañías están en el mercado a la espera de dar entrada en su capital a nuevos socios, así como suficiente liquidez en un mercado que ve en el retail de moda, como una buena oportunidad de negocio. Es el caso del grupo de calzado Merkal, propiedad de la francesa Vivarte; la cadena madrileña Amichi, o Bimba y Lola, que a principios de año empezó a acercarse a la banca de inversión para encontrar un socio capitalista que acelere su crecimiento.
El año en curso comenzó todavía con la resaca de la crisis de Blanco, que presentó a finales del año pasado su liquidación después de entrar en los juzgados por segunda vez en su historia. El cierre definitivo de la cadena madrileña culminó en marzo, después de bajar la persiana de la última de las 90 tiendas que mantenía abiertas y despedir a toda su plantilla.
También la gallega Caramelo dio sus últimos coletazos en el arranque del 2017, después de presentar la liquidación el pasado octubre. La empresa, controlada por el empresario Manuel Jove, se encuentra actualmente en la última fase del proceso de subastapara encontrar un nuevo propietario que de otra vida a la compañía gallega.
Tanto para Blanco como Caramelo, el descenso de las ventas del 2016 supuso la estocada final. Ambas tocaron fondo en el 2013, cuando las dos entraron en los juzgados, cambiaron de manos en plena crisis, y terminaron sucumbiendo el año pasado.
Los datos macroeconómicos también apoyan esta evolución. El año pasado fue el peor desde el 2013, según datos del Indicado de la Asociación de Comercio Textil y Complementos (Acotex). Tras dos años al alza, el sector cerró el 2016 con una caída del 2,2 %.
Otra compañía gallega que vivió un dejà vu en el comienzo del 2017 fue Viriato. La empresa, que entró en liquidación a finales del año pasado, inició en marzo el proceso de venta de sus marca y activos productivos.
Peor suerte corrió Hakei, que ya había superado un concurso de acreedores y que estuvo a punto, en varias ocasiones, de incorporar a un socio a su accionariado. Entró en liquidación a principios de este año. Finalmente, y tras fracasar en la búsqueda de un comprador, la empresa bajó definitivamente la persiana en abril.
Un apunte más. Los diseñadores Victorio y Lucchino, tras llevar la empresa a concurso de acreedores, están a punto de ser inhabilitados para administrar empresas, al ser declarado el proceso concursal culposo.
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